

El asteroide Bennu se transformó en un verdadero archivo cósmico tras los análisis de las muestras recolectadas por la misión OSIRIS-REx de la NASA. Los estudios confirmaron que contiene polvo más antiguo que el propio sistema solar, partículas provenientes de regiones interestelares y compuestos orgánicos que funcionan como cápsulas del tiempo.
Los científicos explicaron que el cuerpo progenitor de Bennu nació más allá de Júpiter y Saturno, acumuló hielo y polvo, y tras sucesivas colisiones dio origen al actual asteroide. Las muestras revelaron minerales hidratados formados por la interacción del agua con el polvo primitivo, un hallazgo clave para entender los procesos que también marcaron la historia temprana de la Tierra.
Comparado con Ryugu —asteroide estudiado por la misión japonesa Hayabusa2— y con la familia de asteroides Polana, Bennu mostró similitudes que confirman un posible origen común, aunque con diferencias explicadas por las distintas trayectorias que siguieron.
Los análisis, publicados en revistas como Nature Geoscience, también mostraron erosión acelerada por el viento solar, impactos de micrometeoritos y diversidad en la composición química. Para los investigadores, estos cuerpos no son solo rocas errantes: son relictos del sistema solar primitivo que ayudan a descifrar cómo se formaron los planetas y qué papel jugó el agua en el origen de la vida.
Cada grano de polvo traído a la Tierra en 2023 constituye una cápsula del tiempo, un testimonio de viajes que recorrieron distancias impensables en el universo. Como sintetizó la científica Michelle Thompson: “Los asteroides son ventanas al origen de la vida en la Tierra”.
Fuente: Infobae