a inteligencia artificial atraviesa una fase de transición hacia una nueva generación de herramientas, pero todavía enfrenta grandes resistencias tanto en el ámbito social como empresarial. Según un relevamiento global de KPMG y la Universidad de Melbourne, más de la mitad de los consultados (54%) se muestra reticente a confiar en esta tecnología, principalmente por dudas en torno a la seguridad, el impacto social y la protección de datos.
En Argentina, el panorama es distinto: el 44% de los encuestados considera que los beneficios de la IA superan los riesgos, cifra superior al promedio global (42%) y a la registrada en economías desarrolladas como Estados Unidos, Francia o Alemania. “En nuestras economías la IA se percibe como una herramienta de diferenciación y supervivencia en mercados en crecimiento”, explicó Mauro Avendaño, socio de Tecnología de KPMG Argentina.
El informe destaca que dos de cada tres personas usan IA de forma intencional y regular, aunque el 61% no tiene formación específica y la mitad reconoce conocimientos limitados. A nivel laboral, tres de cada cinco empleados ya aplican estas herramientas en su rutina, aunque muchas veces con un uso inapropiado o poco transparente, lo que genera errores y dependencia.
En este contexto, el concepto de “IA agéntica” comienza a ganar espacio. Se trata de agentes autónomos capaces de ejecutar tareas, autocorregirse e interactuar entre sí sin intervención humana constante. Para Julio Hutka, Director de Negocios Corporativos de Telecom Argentina, esto plantea un desafío para las compañías: “Nadie pone un peso en IA si no tiene un retorno rápido. Avanzar sin casos de uso concretos y escalables implica un riesgo muy alto de fracaso”.
El estudio también revela que siete de cada diez personas consideran necesaria una regulación más estricta de la IA, y un 87% exige normas para frenar la desinformación que genera. Así, mientras la tecnología avanza a gran velocidad, el reto de fondo sigue siendo cómo lograr que la sociedad y las empresas confíen en su aplicación sin poner en juego la sostenibilidad de sus negocios ni los valores humanos.
Fuente: Ambito Financiero