

Hace 85 años, un hecho fortuito cambió la historia de la arqueología: el 12 de septiembre de 1940, en plena Segunda Guerra Mundial, cuatro adolescentes que buscaban a un perro perdido en Montignac, al sudoeste de Francia, descubrieron lo que más tarde sería reconocido como la Cueva de Lascaux.
Marcel Ravidat, Jacques Marsal, Georges Agnel y Simon Coencas, al intentar rescatar a la mascota de una madriguera, hallaron un pasadizo que los condujo a un complejo subterráneo decorado con pinturas y grabados realizados entre los años 17.000 y 15.000 a.C. Allí se conservan cerca de 600 pinturas —en su mayoría de animales como caballos, bisontes, uros y ciervos— y más de 1.400 grabados, constituyendo uno de los conjuntos artísticos más notables del Paleolítico.
El sitio fue abierto al público en 1948, pero el exceso de visitas provocó la proliferación de algas y hongos que pusieron en riesgo las obras. En 1963, la cueva original fue cerrada indefinidamente para preservar su integridad, iniciándose un complejo trabajo de conservación que continúa hasta hoy.
Para permitir el acceso del público, en 1983 se inauguró Lascaux II, una réplica fiel de la Sala de los toros y la Galería Pintada, situada a pocos metros de la cueva original. Esta reconstrucción ofrece la posibilidad de apreciar la magnitud estética y simbólica de las pinturas, mientras el sitio original permanece bajo estrictos cuidados.
Todo comenzó por azar, cuando un perro llamado Robot se perdió y su búsqueda condujo a uno de los descubrimientos más trascendentales del arte rupestre del siglo XX.
Fuente: Infobae