

En el corazón de la Puna salteña, rodeado de salares y montañas rojizas, se alza el Cono de Arita, una formación geológica de 200 metros de altura que sobresale como una pirámide perfecta en medio del Salar de Arizaro, el tercer salar más grande del mundo.
Su nombre proviene del idioma aymara y significa “filoso” o “puntiagudo”. La figura del cono, que parece trazada con escuadra y compás, es el resultado de un proceso volcánico que nunca alcanzó la erupción. Está compuesto por rocas negras y sal, lo que le da un aspecto aún más particular en contraste con el blanco del salar que lo rodea.
A 3.600 metros sobre el nivel del mar y en una de las regiones más áridas del país, el Cono de Arita es mucho más que una rareza geológica: es un lugar sagrado. Antiguas culturas andinas lo utilizaron como espacio ceremonial, y aún hoy es respetado como sitio espiritual por comunidades locales.
El acceso al lugar no es sencillo. Se encuentra a unos 70 kilómetros de Tolar Grande, un pequeño poblado salteño. Para llegar, se recomienda hacerlo en excursiones organizadas, con guía y vehículos adecuados, ya que los caminos pueden ser complicados dependiendo de la temporada.
El mejor momento para visitar el Cono de Arita es en primavera u otoño, cuando el clima es más estable. Durante el verano, las lluvias pueden dificultar el acceso, y en invierno las bajas temperaturas pueden hacer congelar las rutas.
Este lugar, poco conocido incluso entre los argentinos, ofrece una experiencia única: paisaje, historia, espiritualidad y ciencia se encuentran en un rincón tan inhóspito como fascinante.
Fuente: infobae