

La posibilidad de hallar vida fuera de la Tierra ya no parece una simple hipótesis. Un reciente estudio científico sobre el exoplaneta K2-18b, ubicado a cientos de billones de kilómetros, reveló la presencia de un gas que en nuestro planeta solo es producido por organismos marinos simples, lo que renueva con fuerza el debate sobre la existencia de vida extraterrestre.
El hallazgo fue posible gracias al Telescopio Espacial James Webb (JWST) de la NASA, el instrumento más potente hasta la fecha, y podría representar una de las evidencias más sólidas sobre biofirmas en otro mundo.
El profesor Nikku Madhusudhan, líder del equipo investigador de la Universidad de Cambridge, señaló que podríamos estar cerca de responder una de las preguntas más fundamentales de la humanidad: ¿estamos solos en el universo?
Aunque la ciencia ha fantaseado durante siglos con la existencia de vida en Marte o Venus, los datos más prometedores llegan ahora desde mucho más lejos. Desde 1992, se han descubierto más de 6.000 exoplanetas, muchos ubicados en la llamada “Zona Ricitos de Oro”, ideal para albergar agua líquida.
El JWST permite analizar la luz que atraviesa las atmósferas de estos planetas, detectando moléculas orgánicas clave. A esto se suma el Observatorio de Mundos Habitables (HWO) de la NASA, previsto para 2030, y el Telescopio Extremadamente Grande (ELT) en Chile, que entrará en funcionamiento a finales de esta década.
Aunque el gas hallado aún debe ser validado como biofirma concluyente, los científicos proyectan que en uno o dos años podrían tener datos más firmes. Incluso si se confirma, la pregunta no será si hay vida, sino cómo nos transformaría como especie saberlo.
La científica planetaria Michele Dougherty cree que hay altas probabilidades de hallar vida en las lunas heladas de Júpiter o Saturno, como Titán o Europa, donde hay indicios de océanos bajo la superficie.
Además, futuras misiones como Dragonfly (NASA) o ExoMars (ESA) podrían explorar estos entornos en profundidad.
El hallazgo de vida simple no garantiza la existencia de vida inteligente. Pero sería suficiente para cambiar nuestra percepción de humanidad. “La gran transformación ya puede haber comenzado sin que lo notemos”, reflexiona la profesora Catherine Heymans.
Para Madhusudhan, el impacto sería más emocional y social que científico. “Cambiaría nuestra psique colectiva. Al mirar al cielo, sabremos que no estamos solos, que somos parte de algo mucho más grande”.
Fuente: BBC News Mundo